Tres maniquíes negros visten una chaqueta blanca uno, un vestido de organza color lila otro; y el del centro, un trench color bordó, amplio y con importantes botones forrados en el mismo tono

(de izquierda a derecha)
Chaqueta. ca.1940/1950. Autor: Paco Jaumandreu
Trench. ca.1980. Autor: Paco Jaumandreu
Vestido. ca. 1950. Autor Paco Jaumandreu
Fotógrafía: Leandro Allochis

Casabuela es el nombre que Paco Jaumandreu, en su novela La cabeza contra el suelo,  usa para referirse a aquel palacio de infancia donde recibía los cuidados del seno femenino. Ilustra los guardapolvos de sus tías como un escuadrón de nubes prístinas; atravesando la plaza del pueblo. ¿Qué veía Paco Jaumandreu en cada uno de esos guardapolvos? ¿Qué presentía en esos vestidos de percal cruzados de doble abotonadura? ¿Cuántos diamantes o cristales de roca bordaría en sus solapas? ¿Haute Couture, trajes de heroínas animadas o sastrería de guerra?

Mujeres enlazadas en rondas, donde las tareas domésticas se convierten en obra de arte y la obra de arte en tareas domésticas. La única pieza que Paco Jaumandreu donó a este museo, es un conjunto de falda y blusa que perteneció a su abuela. No dona un diseño propio, afirmando así, el valor patrimonial de sus referentes de infancia.

El blanco es la presencia absoluta de luz. La luz en estado puro sin ser descompuesta en el color. En el blanco se vislumbran sus premoniciones. Paco asegura creer en fuerzas del más allá. En su narrativa transforma los cuerpos de sus tías en diferentes actrices de Hollywood y del cine argentino de oro. Nos perdemos entre la realidad y aquello que él va proyectando sobre su vida profesional.  

Una época se imprime sobre otra, un textil se altera, un moño crece, un bordado se simplifica. Las materialidades mutan y se recuperan. Las labores se irradian, se transmiten, se aprenden y se enseñan. Hervir repasadores, planchar sábanas con apresto sobre la mesa, colgar la ropa de un lado y del otro, para que el peso del agua no la deforme, para que el sol evapore prolijamente la humedad, armar y desarmar un género en mil prendas. Son cosas que aprendí de mi abuela. Todxs construimos una suerte de trono de Casabuela, con distintos héroes y heroínas. Una quimera donde refrescar los ojos en las baldosas y flores mojadas; como hacía Paquito. Un refugio donde diseñar una forma concreta de mirar.